jueves, julio 19, 2007

Paters Vaetje



Tres años después, todo seguía igual. La misma camarera, la misma decoración con antiguos reclamos de diversas cervezas y pequeñas mesas. El piso de arriba, abierto sobre la planta baja, al que se accede por esa angosta y retorcida escalera de madera. El servicio, pequeño y algo sucio. De Konick, la cerveza de Amberes, deliciosa. Y todas las belgas. Los tipos que beben solos en la barra. La pareja joven que ocupa una mesa. Los dos amigos que se encuentran y comienzan a conversar. Se pueden ver cualquier tarde. Como aquella en la que nevaba y a través del cristal de la puerta se podía ver la catedral gótica zarandeada por el viento y los copos blancos, y la gente con bonitos abrigos pasando deprisa por la plaza. O cuando el sol se equivocó unos días de marzo y calentó las mesas metálicas de la terraza, donde se situaron agradecidos los clientes como largartos absorbiendo la luz.
La última vez sonó Bob Dylan, Ryan Adams, The Doors...

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1 Comments:

At 2:54 a. m., Anonymous Anónimo said...

Senor Salanova, has visitado Amberes sin tomar una cerveza conmigo? Por qué? :-(

 

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